“Somos una iglesia cristiana que
apuesta por la dignidad humana o una iglesia indiferente al dolor y la
necesidad más sentida de las personas; somos un claustro de “santos” o somos
santos llevando dignidad”.
Por: Arturo Canaval B.
Recuerdo un día en la ciudad de Lima
como en muchas ciudades latinoamericanas que subió un niño al bus, de unos 8 a
10 años aproximadamente y contó que trabajaba en la mañana porque estudiaba en
la tarde y su mamá lavaba ropa, así que él para ayudar con la leche de su
hermanita vendía caramelos, cuando pasaba por los asientos un señor le dio una
moneda y le dijo no me des los caramelos,
lo sorprendente fue la reacción del menor quien le dijo: ¡No, señor,
valore mi trabajo! Tomo cinco caramelos y se los puso en la mano y continuó
vendiendo.
Esa acción me hizo interpelarme sobre
la dignidad del ser humano, al ver un niño que pedía valorar su trabajo, esto
es, en otras palabras dignifíquenme por lo que soy y por lo que hago; sin
embargo la iglesia y muchos cristianos de hoy se han olvidado de la dignidad
humana y más importa la religiosidad, las tradiciones y los personalismos,
muchas iglesias en vez de ver la necesidad de respeto y valor que requiere la gente prefieren como se dice
en el argot evangélico “sacarlos de la esclavitud mundo” para meterlos en la iglesia y aislarlos de su
sociedad a la cual deben impactar, así tenemos a esclavos sacados del mundo y
convertidos en esclavos de la religiosidad y como sabemos ningún esclavo puede
vivir en dignidad.
Entonces ¿estará mal que la iglesia
reúna a los creyentes? Por supuesto que no, lo que esta errado es convertir la
iglesia en un gueto desde el cual los separen y hasta les escondan del mundo o
sociedad y por otro lado sea un bunker para combatir desde las trincheras
levantadas en la iglesia contra una sociedad maligna; esta situación me generó
una pregunta con una perspectiva así tan exclusivista y hasta sectaria ¿Cómo se
puede recuperar la dignidad?.
Recuerdo que las Escrituras dicen que
Jesús caminaba por las calles tocando leprosos, comiendo con pecadores y
prostitutas, sanando enfermos y hasta resucitando cadáveres, si somos
cristianos ¿no debemos andar como Él anduvo? O es que perdimos la visión y nos
enquistamos dentro de cuatro paredes porque es más cómodo y fácil ser cristiano
adentro de la iglesia haciendo oídos sordos a las necesidades y siendo ciegos a
las injusticias que sufre esta sociedad. No veo a un Jesús sentado en la
primera banca de la iglesia pidiendo a su Padre que salve a esos pecadores, sin
hacer nada por ellos, tampoco puedo imaginarme a Jesús predicando desde el
púlpito y diciendo “esta iglesia tiene la verdad, y santidad es separarse del
mundo”, cuando el mismo murió por este mundo y convivió con el, siendo siempre
él quien daba dignidad a las personas. (Porque
de tal manera amo Dios a este mundo, que dio a su único Hijo… Jn. 3:16).
Si un niño puede demostrarnos ¿qué es
dignidad? ¿Por qué a la iglesia le cuesta tanto entenderlo?; tal vez sea por
ignorancia, conformismo, tradicionalismo o manejo del poder; sin embargo,
debemos abrir los ojos y ver como el Maestro veía.
Durante estos años he visto diferentes
definiciones y perspectivas con relación a la iglesia y el mundo o sociedad, y
cada vez me convenzo más que la iglesia es un espacio de convivió y de entrenamiento
en el cual los cristianos celebran la vida y aprenden como vivirla mejor con el
acompañamiento de Dios por medio de su Espíritu Santo, cuando realmente la
iglesia cristiana salga a las calles a caminar como Jesús y vea el dolor, el
sufrimiento, la angustia, la depresión, la injusticia y tantas otras señales que
producen muerte, entonces y solo entonces comprenderá que sin dignidad no hay
humanidad y sin humanidad no hay cristiandad; no debemos olvidar que para ser
cristianos primero debemos ser humanos. Empecemos a buscar quienes son los
leprosos de hoy, donde están los más indignos de nuestras sociedades y que
nuestros actos luchen contra los fariseos de nuestras iglesias cristianas
quienes se creen justos, santos y perfectos olvidándose así de la misericordia
que están necesitando los indignos de este mundo; que ciertas y actuales se
hacen las palabras de Juan Wesley: “Mi
parroquia es el mundo”.
Foto del Proyecto Puka q'aytu
Arturo Canaval Barboza
Misionero
argentino en el Perú
Metodista,
Pastor de la iglesia Sendas de Vida en Lima, Perú
Terapeuta
de Familia, Investigador y Teólogo
Coordinador
y docente de ISETI en sedes de Lima – Perú
Mag. en Terapia Familiar en la UPU Lima – Perú
Lic. Ee Ciencias
Teológicas especialidad Psicología Pastoral en la UBL San José – Costa Rica
Diplomado en
Consejería Bíblica personalizada en Centro Pastoral El Redil Tres Ríos – Costa
Rica.
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