3 de octubre de 2014

LOS EVANGÉLICOS EN LA ESFERA PÚBLICA EN AMÉRICA LATINA

Una interpretación desde la historia de las ideas protestantes

Por: Tomás Gutiérrez Sánchez

Uno de los motivos para escribir este ensayo es contemplar en la vida diaria los grandes desafíos que presentan las sociedades latinoamericanas al Estado y a las instituciones civiles, en especial al cristianismo evangélico. Los temas de corrupción de los altos funcionarios, la falta de ética pública, la violencia que sufren las mujeres en la vida doméstica, el trabajo y el propio Estado, la discriminación social de los sectores vulnerables de nuestra sociedad, la mala distribución de la riqueza, las inadecuadas políticas públicas al desarrollar el Estado un rol asistencialista más que de hacer cambios estructurales, entre otros asuntos, es lo que contemplamos diariamente en nuestras sociedades. 
La crisis económica que pesa sobre algunos países de la región, sobre todo por asumir políticas de Estado inadecuadas, culmina quebrantando el orden democrático; esta situación requiere una lectura por parte de nuestros teólogos y cientistas sociales. En tal sentido, bien hace la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) al convocar una consulta para entender estos temas y aportar desde el rol que viene cumpliendo en estos cuarenta años de existencia. Leer los tiempos actuales y dar respuestas desde nuestra fe evangélica a los desafíos que se nos presenta, ha sido siempre su quehacer misiológico.


Escribir sobre los problemas actuales y no estar inmersos en la problemática de nuestros países, produce muchas veces que nuestros análisis puedan caer en solo especulaciones y someros vistazos a los problemas y no dar soluciones reales y adecuadas. Hoy nuestros comentarios y análisis deben ir acompañados de soluciones y respuestas para atender tales desafíos. El mensaje profético se desenvuelve en la denuncia y en el anuncio de las buenas nuevas. Desde nuestro peregrinaje evangélico podemos ser capaces de dar respuestas desde el texto bíblico hasta el pensamiento social evangélico, este último basado en la sistematización de los cónclaves y congresos evangélicos desarrollados en América Latina.


Dar respuestas a tales desafíos es importante, más aún cuando ya estamos en la esfera pública y nuestros organismos son invitados a formar parte de las mesas de trabajo del propio Estado; para el caso peruano, los evangélicos se encuentran en el Acuerdo Nacional, instancia que reúne a partidos políticos, sociedad civil y grupos religiosos. Desde sus inicios el Concilio Nacional Evangélico del Perú (CONEP) está presente en estas instancias, y también en la Mesa de Trabajo de Vigilancia de las Políticas Públicas que se establecen en el país, compartiendo esta labor con la Unión Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas del Perú (UNICEP); de igual manera en la Coordinadora de Trabajo de la Lucha contra la Corrupción.
Estar en la esfera pública ya es parte de la vida de muchas instituciones evangélicas en el continente. En ese sentido, se abre un horizonte de trabajo y de pensamiento y acción, de respuesta y compromiso, y, sobre todo, de responsabilidad para la construcción de un continente en armonía, paz y justicia social.
El presente es un acercamiento a entender el rol de nuestras comunidades evangélicas, así como dar respuestas desde otra orilla a estos desafíos, sabiendo que juntos podemos intercambiar postulados y formas de entender la misión de la iglesia. Pero todos sí estamos inmersos en la construcción del reino de Dios, tarea que es parte de todo nuestro quehacer cristiano.
He dividido la presente ponencia en dos ejes importantes: el primero es un vistazo general a la presencia histórica del cristianismo evangélico en América Latina, con énfasis en el Perú; el segundo es la necesidad de señalar los desafíos que presenta América Latina hoy, y para ello solo me voy a enfocar a dar respuestas a los temas de ética pública y anticorrupción, el rol de las escuelas evangélicas, y la lucha por la afirmación de la democracia en todos sus sentidos.

I. Antecedentes de la presencia pública de los evangélicos 
El cristianismo evangélico es el heredero directo de las doctrinas y prácticas que dejaron los reformadores del siglo XVI, así como de los grandes avivamientos que se desarrollaron en Europa y los Estados Unidos en los siglos XVII y XVIII, a través de las comunidades y movimientos pietistas que con sus doctrinas y testimonio marcaron un hito importante en la historia del cristianismo evangélico.


En el siglo XVI el protestantismo no pudo llegar con sus énfasis doctrinales a la América Española, ya que su presencia era objeto de persecución y muerte. El establecimiento del Santo Oficio de la Inquisición, instaurada en Lima (1569) y en México (1570) impidió la propagación de su fe, llevando a los actores sociales luteranos al castigo corporal y, muchas veces, al martirio, y solo por el hecho de manifestar otra fe religiosa a la establecida en los reinos de España. Esta muerte significaba el ingreso a una patria nueva celestial y con Cristo. 
La presencia evangélica en Perú y América Latina se da a partir de los procesos de emancipación y formación de los Estados independientes de la corona española que se manifestaron después de la caída de Fernando VII por los franceses. Estos procesos de emancipación a partir de 1810 culminan con la Batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, con la capitulación del virrey La Serna y la salida de sus generales y comandantes del territorio peruano. 
La formación de los nuevos Estados y la presencia del poder económico y financiero de los ingleses, permitió una primera apertura de libertad y tolerancia religiosa. Si bien América Latina era un continente netamente religioso y con la hegemonía de la Iglesia Católica Romana (ICR), hubo intentos de establecer otro credo religioso no católico; por ello las discusiones en los distintos congresos de América Latina manifestaron la polémica por establecer en el siglo XIX la tolerancia de cultos. 

En el caso peruano no existía una iglesia protestante para los ciudadanos, ya que desde la Constitución Política de 1823 y otras se prohibía el establecimiento de otra religión que no fuese la católica, apostólica y romana. Los movimientos contrarios a la doctrina oficial fueron llamados heterodoxos, y muchos combatieron la doctrina católica en especial en lo concerniente a la jerarquía papal y la injerencia en los gobiernos de turno. Aunque criticaban algunas doctrinas marianas fueron catalogados de protestantes, y esto fueron en la medida que mantuvieron un espíritu reformado, pero sin ser miembro activo de una congregación evangélica. Este tipo de heterodoxos, con un espíritu liberal y crítico, es lo que podemos sintetizar como un protestantismo criollo, teniendo en Francisco de Paula González Vigil a la persona más representativa. 
Algunas interrogantes que se tendría que señalar son ¿de dónde vienen los evangélicos?, ¿cuáles son sus principios y aspectos doctrinales?, y, en especial, ¿cuál es el pensamiento social que poseen?.


Para el presente ensayo considero que el cristianismo evangélico es sinónimo de protestantismo . Si bien el protestantismo llegó en las primeras décadas del siglo XIX, se estableció con mayor fuerza bajo la bandera de la inmigración, sin desarrollar una labor netamente proselitista. De 1836 en adelante, los británicos asentados en el país quisieron realizar sus propios cultos, en su idioma, y contar con un cementerio propio para dar sepultura a sus compatriotas protestantes. 

La presencia evangélica se asienta años más tarde, después del establecimiento y fortalecimiento de nuestras repúblicas y la llegada de capitales extranjeros, tanto en las finanzas y en el comercio como en la explotación de materias primas. La apertura de estos capitales, ahora norteamericanos, atrajo también la llegada de misioneros y misiones extranjeras influenciados por la visión misionera de los grandes apóstoles contemporáneos de la fe: William Carey (1761-1834), Hudson Taylor (1832-1905), Diego Thomson (1788-1854), David Livingstone (1813-1873), así como los grandes avivamientos y predicaciones que se daban en el mundo anglosajón como Dwight Moody (1837-1899), Charles Finney (1792-1875), Carlos Spurgeon (1834-1892) y otros.
Este calor de avivamiento misionero vio a la América Latina como un lugar propicio para traer la fe protestante basada en los principios de solo Fe, solo Cristo y solo Escritura, la base para la implantación de otro creo cristiano no católico que se asentaba por primera vez en la historia latinoamericana.
El cristianismo evangélico llegó con la influencia de aquellos movimientos que encontraron que la redención del ser humano no solo era un acto de fe en la obra vicaria de Jesucristo, sino que también involucraba una redención social. La predicación del mensaje cristológico no solo se asentaba en la transformación del individuo sino también en los cambios sociales que tanto esperaba el continente. Por ello las políticas misioneras comprendían la construcción de escuelas primarias y secundarias, institutos tecnológicos, postas médicas, clínicas, orfanatos, compra de haciendas con el servicio del peonaje, creación de ligas de temperancia, apoyo a los movimientos sociales, y la instauración de la cultura, valores y prácticas democráticas en sus propias congregaciones para crear un espíritu democrático en sus propios fieles. 


Podemos observar que la génesis del protestantismo se constituyó en un mensaje y acción netamente protestante que se circunscribía a un acto de protesta contra las formas impuestas. Protestar contra el statu quo, el deterioro de la familia, el maltrato físico a la mujer, el derecho de las mujeres al sufragio universal, el cuidado y salud de los niños y adolescentes; estas formas de protesta pueden ser observadas en la tarea de hacer misión en las tres primeras décadas del siglo XX. Lamentablemente esta visión de trabajo del llamado evangelio social se perdió con la llegada de otras misiones evangélicas de corte fundamentalista y que minimizaron las obras sociales, pensando que estas no ayudaban al crecimiento cuantitativo de las congregaciones y a la propagación abierta del evangelio.

El cristianismo evangélico que llegó a América Latina tuvo la influencia de los reformadores españoles; España estuvo presente en la evangelización de América Latina por parte de las sociedades misioneras que llegaron al país, ya que las misiones evangélicas trajeron consigo la Biblia en español o también la Biblia llamada del Oso, traducida por sus más grandes reformadores Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. 
La Biblia de la versión española de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, llamada también Reina-Valera, fue el texto básico para la predicación y el mensaje evangélico, rechazado muchas veces por el clero católico por sus notas y comentarios de pie de página; fue la base del cuerpo doctrinal de la fe protestante. Antes que enseñar las doctrinas luteranas o calvinistas, la Confesión de Augsburgo u otros textos doctrinales, se enseñó lo que dice la Biblia, pues ella habla por sí sola. Esta confianza en solo mostrar y enseñar la Palabra motivó a que los nuevos convertidos se enfrentaran a sus adversarios solo con la memorización de pasajes y textos bíblicos. 

La no adoración a imágenes, la obra y mensaje de Jesús de Nazaret, el único mediador que es Cristo, la confesión solo a Cristo, la fe que salva y no las obras, Cristo como cabeza de la iglesia, la función del ministerio pastoral; todas estas doctrinas estaban claras y concisas en los textos bíblicos, y era menester aprenderlas y estar dispuestos a defenderlas en debates privados y públicos. 
Pero el protestantismo también involucraba la construcción de un nuevo reino, pues al estar presentes en la tierra que habitamos esta debe ser cuidada, ya que la primera misión del hombre en la tierra por parte de Dios es el cuidado de la misma, siendo llamados a construir el Reino de justicia social, paz y prosperidad; si bien nosotros estamos en la tierra como hijos de Dios, nuestro palacio celestial está más allá del sol.

La presencia en la tierra va de la mano con las palabras del maestro Saulo de Tarso, llamado también el apóstol Pablo, de que estamos en la tierra como peregrinos y advenedizos. Por lo tanto, nuestra ciudadanía terrenal está en nuestro propio país al cual se le debe amor, obediencia y respecto, pero también existe una ciudadanía celestial donde se forman los tesoros que uno espera alcanzar cuando deja esta vida y duerme en la esperanza de estar con el Rey glorioso. 
Los cristianos evangélicos han manifestado una nueva visión del trabajo y del ahorro, puesto que la conversión individual y la trasmisión de esa nueva fe protestante a hijos y familiares propicia el rompimiento con la religión tradicional, que no solo se asentó en los pueblos a través de sus llamadas fiestas religiosas, sino también en la vida cotidiana de los pueblos y comunidades del país. La fe protestante trajo con ello la no participación en tales fiestas que llegaban al colmo del despilfarro y el derroche de sus feligreses; la no participación de los evangélicos les permitió ahorrar y con ello levantar sus propias casas y otras propiedades, haciéndolas más dignas que muchas. Pero el ahorro no solo era para comprar un bien, sino también para invertir en los estudios de hijos y descendientes; asimismo, el trabajo se constituye en una obediencia al mandato divino, y es parte de la vocación de todo cristiano.
Basta mirar esas nuevas modalidades de trabajo y ahorro a través de la literatura evangélica. Por ejemplo, la librería e imprenta El Inca, creada en Lima en 1912, fue una de las sociedades de ideas de mayor influencia en las comunidades evangélicas y, sobre todo, como base de principios y prácticas cristianas para la formación de nuevos líderes y adalides evangélicos; lamentablemente esta visión desapareció con el correr de los años. Sin embargo El Inca publicó, a lo largo de sus años de vida, las revistas evangélicas El Heraldo (1911-1915), El Cristiano (1916-1921) y Renacimiento (1922-1939), revistas de publicación mensual e ininterrumpidas que marcaron una serie de ideas del pensamiento social evangélico en el país. La sistematización de estas ideas nos daría una de las bases en la construcción de la doctrina social de las iglesias evangélicas, sobre todo porque muchas de ellas contestaron desde su fe evangélica a los grandes desafíos que presentaba la sociedad peruana. 
Las nuevas iglesias locales fueron creadas bajo un espíritu democrático; esto se puede observar en la publicación de los manuales de las iglesias, y en los textos de procedimientos parlamentarios que se enseñaba en las iglesias locales. La iglesia local o congregación local es un organismo vivo, formado por los creyentes en Jesucristo y bautizados, requisitos básicos para pertenecer a la iglesia local y así contribuir con ofrendas y diezmos a la mantención de la iglesia y a la propagación del evangelio en otros lugares. 

Estos manuales evangélicos vienen a ser para los hermanos evangélicos los reglamentos de los congresos de nuestras repúblicas latinoamericanas, donde se encuentra las votaciones, las formas de elección, los requisitos para asumir cargos, la elección de diáconos y pastores, las mociones de censura, la disciplina parlamentaria, el cuarto intermedio, etc. Si bien eran copias de las propias denominaciones foráneas, fueron enseñados en las congregaciones locales de nuestros países y sirvieron de base para la administración y gestión de las iglesias locales.


La apertura del libro de miembros de la iglesia local para ser inscrito y poseer todos los deberes y derechos de un miembro local, manifiestan ese espíritu democrático: metodistas, nazarenos, bautistas, peregrinos, asambleístas, aliancistas, peruanos, pentecostales, carismáticos, todos mantienen dicho espíritu. Un liderazgo dictatorial y totalitario rompe esa tradición y espíritu democrático, llevando a episcopalizar la iglesia local y sacándola de su esencia de lo que es la Ekklesia. 
El espíritu democrático formó en los evangélicos una cultura, valores y prácticas democráticas, siendo enseñadas en las propias iglesias locales y asumidas por todos sus miembros. Esa propuesta les permitió participar en movimientos políticos partidarios y ser parte de la cultura política del país.
La libertad es uno de los elementos claves de las comunidades evangélicas, el rompimiento con todo tipo de mediación fue la base para la búsqueda de la libertad. Las palabras de Jesucristo están incrustadas en el corazón y en las mentes de los cristianos evangélicos; Si el hijo os libertare, seréis verdaderamente libres es un mensaje que forma parte de las mentalidades protestantes, por eso su perspectiva es oponerse a todo espíritu esclavizador y que oprime la libertad del hombre. Los pastores evangélicos no usan el púlpito para prohibir a sus miembros sobre las decisiones propias de la vida, sino para enseñar y advertir del peligro si lo hubiere, dando salidas al respecto pero nunca prohibiendo. Cada creyente debe ser capaz de tomar sus propias decisiones, y la conciencia misma será la que determine la sabia decisión. 

La libertad religiosa es una de las luchas constantes que han enfrentado los evangélicos, y para ello no se escatimó esfuerzo alguno; en la historia se han asociado con liberales, masones, anarquistas y obreros, para la búsqueda de tan ansiada libertad, denunciando con voz profética todo acto de discriminación religiosa y luchando siempre por la igualdad en todo el sentido de la palabra.
Desde la enseñanza protestante de los dos reinos, el cristianismo evangélico ha expresado en todas sus formas, la separación Iglesia-Estado. Dad a César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios es una de las máximas expresiones de Jesucristo, y denota la no presencia del Estado en la administración y en las decisiones que toma cada congregación local. Asimismo las iglesias evangélicas no se inmiscuyen en las políticas de los gobernantes, pero sí levantan la voz profética cuando no hacen justicia al huérfano, a la viuda, al desamparado y obstaculizan el buen desarrollo de nuestros países emergentes. 
Por ello siempre debemos tener presente la verdadera opción por los pobres, que no es solamente darles pan y agua creando una dependencia social, sino que se les debe dar políticas públicas para que sean capaces de superar los niveles de pobreza con oportunidades y con inclusión social.
El mensaje de transformación debe ir acompañado de una serie de respuestas para propiciar el cambio que tanto esperamos. Desde nuestra fe y práctica evangélica estamos llamados a ser parte de esta transformación. 

II. Los evangélicos en la esfera pública, los desafíos del presente
Quisiera analizar tres ejes importantes donde los evangélicos estamos llamados a manifestar nuestras opciones de trabajo, y que son políticas propias de las comunidades evangélicas. Me refiero a las propuestas educativas, la lucha contra la corrupción, y la afirmación de la democracia.


A. Valores, democracia y modernidad pedagógica: Bases del sistema educativo en los inicios de los colegios evangélicos en el Perú y América Latina.
La educación ha formado parte importante dentro de las perspectivas misioneras de las distintas denominaciones evangélicas que llegaron a América Latina en su deseo de hacer misión, cumpliendo la labor evangelizadora de la gran comisión dada por el Maestro de Galilea.
En la formación de las nuevas repúblicas latinoamericanas el factor protestante, respecto al tema educativo, estuvo presente desde los inicios. El pastor bautista escocés Diego Thomson (1788-1854) llegó al Perú invitado por el libertador José de San Martín para establecer escuelas bajo el sistema lancasteriano, sistema que produciría una revolución que acabará con el imperio de la ignorancia. El método de enseñanza mutua y la modernidad que traía el sistema fue recibido con mucha expectativa, y se le dio todas las facilidades del caso para su establecimiento. Uno de los aportes más significativos de Thomson fue el uso de textos bíblicos para la enseñanza y comprensión de la lectura.
Las misiones protestantes o evangélicas que llegaron a partir de mediados del siglo XIX, y otros casi a finales, vinieron cargados con la perspectiva teológica del evangelio social, corriente que fue aceptada y puesta de manifiesto en la labor misionera. El evangelio social pregonaba no solo la salvación personal del individuo por medio de la obra redentora de Cristo, sino que dicho mensaje de salvación involucraba también la redención social, que no era otra cosa que la búsqueda del cambio de las estructuras económicas, políticas y sociales que vivía América Latina, sumergida, muchas veces, en grandes desigualdades sociales y con gobiernos autoritarios que manejaban la cosa pública como su hacienda o su pequeña fábrica.
En la creación y funcionamiento de los colegios evangélicos, las denominaciones tuvieron dos perspectivas bien definidas y prácticas: la primera llamada de proselitismo y la segunda de influencia. La primera tenía como fundamento crear escuelas con el propósito de ser una puerta para la predicación del evangelio, ganando a los padres de los niños a la causa de Cristo; por ejemplo, los colegios metodistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX trataban de fundar en cada iglesia un colegio protestante. Mientras que la perspectiva de crear colegios para influenciar con la cultura y el pensamiento protestante en sus alumnos y luego en la sociedad, fue puesta de manifiesto por el célebre misionero escocés Juan A. Mackay (1889-1983), quien fundó en 1917 el colegio Anglo-Peruano.
Los colegios evangélicos y sus modelos de enseñanza fueron rápidamente aceptados por las sociedades latinoamericanas , y para el caso peruano pasó lo mismo. La enseñanza del idioma inglés fue una puerta abierta para que los ciudadanos inscribieran a sus hijos en dichos colegios, como también el espíritu liberal que mantenían frente a una educación conservadora y dogmática, como fueron los colegios católicos, o la falta de formación profesional y moderna en las escuelas del Estado.
Para el pensamiento evangélico la educación era parte del desarrollo y progreso de los pueblos, perspectiva que fue manifestada en los congresos evangélicos de Panamá 1916, Montevideo 1925 y La Habana 1929. Solamente la educación puede ayudar a salir de la oscuridad en que viven sumergidos los pueblos de América Latina y dar progreso a sus propias naciones .
Asimismo podemos mencionar tres pilares que fueron las bases del pensamiento protestante con respecto a su labor educativa en Perú y América Latina; estos pueden servirnos el día de hoy como parte de las alternativas en sus políticas educativas que necesita el país en especial frente a la crisis que tiene nuestro sistema educativo:
1) La perspectiva educativa de los colegios evangélicos ha sido la implantación de un sistema de valores teniendo como base la lectura y comprensión de los textos bíblicos.
La enseñanza de los cursos de religión que implantaban los colegios evangélicos tenía como base la lectura y comprensión de pasajes bíblicos, dejando de lado la enseñanza dogmática que implantó la iglesia oficial. Los dogmas católicos que se enseñaban en los cursos de religión fueron reemplazados por la lectura de pasajes bíblicos que involucraba la interpretación y comprensión de dichos pasajes. Un texto fuera de contexto sirve para pretexto formaba parte de la interpretación de los pasajes bíblicos, comprensión que sirvió para que los alumnos se familiarizaran con la lectura de otros autores seculares, tanto en la lectura de literatos latinoamericanos como al estudio de los textos filosóficos.
Por otro lado, la lectura de los pasajes bíblicos permitía a los maestros implantar los temas de moral y ética. Los mandamientos, el amor al prójimo, el respecto y la honra a los padres, el hablar con la verdad, la obediencia a las autoridades, la formación del carácter cristiano era parte de la formación de los cursos de religión. El estudio de la doctrina protestante pasaba a un segundo plano, esta se enseñaba en las escuelas dominicales donde los alumnos participaban como parte del sistema escolar implantado por los colegios protestantes.
2) La perspectiva educativa de los colegios evangélicos ha sido la implantación de los valores democráticos, en especial la libertad y la formación ciudadana.
El distinguido sociólogo Julio Cotler, alumno del colegio Anglo-Peruano, me explicó una vez que fue en el colegio donde aprendió a vivir la democracia. Esto sucedía cuando el profesor de educación física los reunía para elegir dónde jugar, en el Campo Marte o en el Estadio Nacional (el colegio se encuentra en el medio de ambos lugares); el solo hecho de elegir y tomar una decisión como grupo era parte de una práctica democrática.
Los colegios evangélicos se caracterizaban también por enseñar una cultura cívica; las fiestas religiosas que implantó el catolicismo romano fueron suprimidas por las fiestas cívicas, con esplendor, magnificencia y pompa. La enseñanza y respeto a la Constitución, a los símbolos patrios y a la investidura de los gobernantes era parte de la formación de los alumnos; todo ello se concretizaba en el amor a la patria y a todo lo que ésta representa.
3) La perspectiva educativa de los colegios evangélicos ha sido la implantación de métodos modernos y avanzados en la formación de sus alumnos.
Los colegios evangélicos estaban siempre a la vanguardia de los métodos pedagógicos que se venían dando en América Latina; la influencia anglosajona de una escuela moderna se aprecia en sus ideas de modernidad y cambio que necesitan los sistemas educativos imperantes.
Uno de los primeros postulados en estos métodos modernos era la implantación de los deportes; el slogan mente sana en cuerpo sano era parte de la vida de los colegios evangélicos. Para el caso peruano podemos observar las olimpiadas que propiciaban los colegios evangélicos en 1922 con el apoyo de la YMCA, donde las competencias de deportes modernos para la época eran desarrolladas por los alumnos de dichas escuelas.
La enseñanza técnica fue un aspecto de la formación de los colegios protestantes en algunos países, y sirvió para traer laboratorios y maquinaria moderna, acorde con la tecnología que existía en aquel entonces.
B. Los evangélicos, la ética pública y la lucha contra la corrupción: el caso peruano Comisión de Alto Nivel Anticorrupción
Como sabemos, la corrupción es uno de los principales problemas de los Estados modernos, en especial en América Latina donde hay un alto grado de percepción de la corrupción. El Perú no es ajeno a esta regla, sobre todo en la década de los 90, donde la corrupción pasó a ser endémica, institucional y sistémica, ya que estaba presente en todas las áreas de la administración pública y era parte de la forma de vida de algunas autoridades políticas. 
La corrupción es definida como el uso indebido del poder para obtener beneficios a favor de uno. Esta definición simple, como podemos observar, manifiesta que la corrupción tiene participantes, no solo el que recibe una coima por beneficiar a una persona o grupos sociales, sino la persona misma que ofrece tal beneficio.


Por ello la corrupción es endémica pues forma parte ser humano y, por ende, se encuentra en su propia naturaleza.
Después de conocer los sucesos de los 90, el Gobierno de Transición dirigido por el doctor Valentín Paniagua Curazao creó el Comité de Iniciativas Nacional Anticorrupción, teniendo entre sus filas al pastor Humberto Lay Sun. Durante el gobierno de Alejandro Toledo Manrique (2001-2006) y de Alan García Pérez (2006-2011), se dio énfasis a la creación de organismos que pudieran dar los lineamientos y políticas para luchar contra este flagelo, sin obtener los resultados que la ciudadanía esperaba. Sin embargo, en el gobierno de García Pérez se creó la Oficina Nacional Anticorrupción, teniendo entre sus primeros coordinadores al excontralor de la República, Genaro Matute; el actual gobierno ha continuado con este organismo. 
Por esa razón el año pasado se publicó en el diario oficial El Peruano el reglamento de la Ley 29976, Ley que crea la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción (CAN). Si bien esta comisión ya se encontraba laborando en la Presidencia del Consejo de Ministros, el Congreso de la República, a pedido del Poder Ejecutivo, le dio carácter de ley. 
El reglamento publicado por decreto supremo 089-2013-PCM del 11 de agosto del 2013, manifiesta como miembros observadores, en su artículo 4.3. Inciso j, un representante de la iglesia evangélica. Debemos manifestar que no es la primera vez que los evangélicos se encuentran en instituciones y organismos invitados por el Poder Ejecutivo. Su presencia se observa en el Acuerdo Nacional, en la Mesa de Trabajo de Lucha contra la Pobreza, en el Comité de Vigilancia de Políticas Públicas que se desarrolla en el Ministerio de Inclusión Social, y también en la Comisión de Gracias Presidenciales. 
Con respecto a su presencia en la lucha contra la corrupción nos preguntamos: ¿Cuál es el papel que le toca jugar? ¿Cuáles son sus aportes en la lucha contra la corrupción? ¿Qué se está haciendo al interior de las iglesias locales? Permítaseme, a través de este medio, dar algunas ideas para el debate posterior. 
En primer lugar, la CAN ha publicado el Plan nacional de lucha contra la corrupción 2012-2016, que es, sobre todo, un estudio teórico de la corrupción, datos estadísticos sobre la percepción de la corrupción y pocos planes de lucha. Es un documento importante, teórico como hemos manifestado, pero que no aterriza. Asimismo la CAN es un ente articulador de esfuerzos, coordina acciones y propone políticas dirigidas a prevenir y combatir la corrupción (Art. 1, de la Ley 29976), nada más; no es un ente sancionador como la Contraloría General de la República o el Ministerio Público, o el propio Poder Legislativo, sobre este último se ejerce con respecto al control político.


En segundo lugar, debemos manifestar que si bien para quien escribe estas líneas el documento es pobre en el cómo realizar las acciones, sí menciona el papel que debe cumplir la sociedad civil y allí sí nos concierne. En su objetivo 4° Promoción y articulación de la participación activa de la ciudadanía, sociedad civil y sector empresarial en la lucha contra la corrupción, manifiesta que en la sociedad civil y en la ciudadanía hay ausencia de una política definida para promover la participación, transparencia, acceso a la información y vigilancia ciudadana para luchar contra la corrupción. Claro, es precisamente en este aspecto que la CAN no ha podido dar iniciativas legislativas, a través de la PCM, para establecer los lineamientos generales de acción para la sociedad civil; es un vacío que aún está por llenarse. 
En tercer lugar, el propio Plan de la CAN desarrolla las acciones y estrategias que plantea el objetivo 4°. Dice la Estrategia 4.1. Desarrollar una cultura anticorrupción en la sociedad. Para ello menciona las acciones a realizar: Desarrollar programas de formación de valores en la ciudadanía organizada y no organizada, con énfasis en los espacios de formación académica y colegios profesionales. Establecer incentivos para las entidades y organizaciones civiles que promuevan una cultura de valores. 
Quisiera sentar mis últimos comentarios sobre el párrafo de las acciones a realizar desarrollar programas de valores en la ciudadanía organizada. Desde la perspectiva evangélica, la enseñanza de los valores se ha llevado a cabo en las distintas congregaciones evangélicas así como en la práctica de vida en la mayoría de sus miembros. Permítanme manifestar algunos aportes desde la presencia evangélica en el país y algunos desafíos que podemos asumir. 

Aportes de las congregaciones evangélicas a la lucha contra la corrupción

A continuación detallamos algunos aportes a la lucha contra la corrupción desde las congregaciones evangélicas: 
Las iglesias evangélicas han sido forjadoras de una cultura de valores. Estas enseñanzas se imparten desde su presencia en el país a través de las escuelas dominicales, escuelas bíblicas de vacaciones y las propias academias bíblicas.
Los que hemos participado de estas clases somos conscientes de la labor pedagógica de las iglesias locales; dichas enseñanzas son los cimientos para la formación del carácter cristiano y de la comunión dentro de las propias iglesias. Cómo no seguir los modelos bíblicos impartidos como la paciencia de Job, la fe de Abraham, el respeto de Isaac, la integridad de José, la veracidad de Moisés, la firmeza de Josué, la justicia de Salomón, la obediencia de Daniel y, por supuesto, la vida y obra de Jesús de Nazaret en quien descansan todos los valores.


Las iglesias evangélicas han cultivado en su seno la enseñanza de los valores patrios. Es precisamente en el Nuevo Testamento donde nos enseñan el respeto a las autoridades que gobiernan los destinos de la patria. En las festividades de los aniversarios patrios nunca falta el canto del himno nacional, el respeto a la bandera y lo que significa, la obediencia y las oraciones por las autoridades. 
Podemos observar que en la Escuela Bíblica de Vacaciones lo primero que realizan los alumnos es el juramento a las banderas tanto la nacional como la cristiana. Con respecto a la bandera peruana se mencionan sus colores y lo que estos representan, así como el juramento de lealtad, compromiso y servicio. Inclusive en algunas iglesias locales se ha enseñado la Constitución para niños. 
Las iglesias evangélicas forman el carácter cristiano a través de las enseñanzas bíblicas. Las palabras del maestro de Galilea: Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede (Mateo 5:37) forman en los cristianos su carácter; la lucha contra la mentira y la utilización de un lenguaje correcto se imparte en las congregaciones locales. La afirmación o negación de algo conlleva a decir que luchamos contra la mentira y la falsedad. La corrupción es un engaño en todo el sentido de la palabra y es, sobre todo, demoniaca, ya que esclaviza a la persona bajo las cadenas de la mentira y el engaño.
La verdad se impone en todo, en especial forma parte del carácter de los cristianos evangélicos, pues la verdad rompe las cadenas de la esclavitud y nos hace vivir en dignidad cumpliendo las palabras del gran Maestro …y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:32). En las enseñanzas de Jesús y en la imitación que hacemos de su vida descansa el carácter de todo cristiano. 

Desafíos que se presentan en la lucha contra la corrupción 
En primer lugar, motivar a nuestras congregaciones y entidades evangélicas a editar y publicar modelos bíblicos en la perspectiva de una cultura de valores. 
En segundo lugar, a través de los colegios evangélicos crear un sistema de enseñanza de una cultura de honestidad y que sea transversal en todos los grados académicos, tanto primaria como secundaria.
En tercer lugar, toda la comunidad evangélica debe estar atenta contra toda práctica irregular y oscura que puedan realizar sus autoridades. Ser veedor de la buena administración del aparato público es algo que se puede cultivar en el seno de las congregaciones.


Estamos llamados a cumplir el rol profético de la iglesia, denunciar todo tipo de injusticia y prácticas de corrupción; estamos llamados a levantar la voz, pero ya no desde una sola persona, sino dentro de un colegiado, pues en la multitud de consejeros se encuentra la sabiduría.
C. La afirmación de la cultura, valores y prácticas democráticas desde las doctrinas protestantes.
La presencia pública de los evangélicos en América Latina data del siglo XIX, desde la fundación de las nuevas repúblicas latinoamericanas. El protestantismo, tal como se conoce también a los evangélicos, se hizo presente sobre todo en la parte educativa y en el deseo de búsqueda de la tolerancia religiosa y la completa libertad de cultos. La llegada de colportores evangélicos y de las distintas misiones protestantes trajo consigo no solo la lectura individual de la Biblia, las enseñanzas de la Reforma, los modelos de evangelización de los movimientos pietistas de Inglaterra y de los Estados Unidos, sino también la cultura, práctica y valores democráticos, aspectos que se encuentran presentes en la dirección y administración de las congregaciones locales y las misiones en general. El poder elegir y ser elegidos para asumir cargos eclesiales, expresarse libremente en las asambleas anuales de la propia congregación local, tomar decisiones para la buena marcha de la iglesia local y el establecimiento de misiones fueron algunas prácticas de las propias iglesias locales siendo estas la semilla de una cultura democrática. 
Mi primera experiencia con la noción de democracia la tuve en plena adolescencia, después de mi bautizo a los catorce años de edad en una iglesia bautista. Todos los bautizados pasábamos por las clases de principios y prácticas bautistas en las cuales nos enseñaban la doctrina bíblica de Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo, la salvación, la justificación y en especial la doctrina de la iglesia. El maestro nos enseñaba que las iglesias bautistas se rigen por la democracia. Cuando pregunte ¿qué es la democracia? se me respondió que la democracia era parte de la vida de la iglesia. Asimismo, para que todos los miembros tengamos voz y voto en las asambleas anuales de la iglesia local, teniendo el privilegio de elegir a los oficiales de la iglesia sea tesoreros, superintendente de la escuela dominical, maestros de escuela, e inclusive pastores, recibiendo al inicio de cada año el informe de las finanzas y la administración de la iglesia por parte del pastor y del tesorero.
En una de las clases un hermano obrero, mayor que nosotros, preguntó sobre el gobierno actual. Era el primer año del presidente, general Francisco Morales Bermúdez, ¿por qué el gobierno no realiza elecciones?, a lo que el maestro contestó que era porque “los militares no son bautistas”. 
Como miembro de la Iglesia Bíblica Bautista El Bosque desde los catorce años he participado en distintas asambleas, y con mi voto he podido elegir desde el tesorero hasta los pastores que vendrían a la congregación en reemplazo de los salientes. He recibido los informes anuales de los tesoreros de la iglesia y he participado con voz y voto en la disciplina de algunos hermanos. 


Esas prácticas democráticas que al inicio pasaban desapercibidas, formaron parte de mi forma de ser y de entender la política. Cuando hemos participado de elecciones para asumir un cargo eclesial, siempre la congregación tenía que elegir y dar su voto. 
En la propia escuela dominical aprendí los valores de la democracia (aunque ella no estaba en mi proceso de formación política), como la igualdad, la solidaridad, el compañerismo, la asistencia a los más necesitados, y, sobre todo, la fraternidad. Siempre recuerdo las clases del director de jóvenes cuando se acercaba la fiesta de la primavera y todos se preparaban para invitar a su pareja y estar acompañados en el banquete juvenil. El director de jóvenes mencionaba que en la Biblia existe tres palabras griegas para expresar el amor: el Ágape o el amor de Dios manifestado en la venida de su hijo para salvar a los pecadores, ese tipo de amor se encontraba también en la obediencia y respeto que le debemos a Dios; el Eros, o el amor que podía encontrarse en la pareja que llegaba al altar y que juraban amor eterno; y por último el Filios o el amor entre hermanos, el cual teníamos que manifestar a todos nuestros hermanos y, por ello, la igualdad entre los miembros era transversal en toda la congregación y su manifestación clara y objetiva era que todos somos iguales. 
La igualdad era parte de las enseñanzas de la escuela dominical. Todos tenían el derecho de ser llamados misioneros y empezar nuevas obras o si no de ser pastor y dirigir una iglesia local. El que deseaba tal privilegio se preparaba en el seminario bautista, y una vez culminada su preparación podía empezar la obra. Recuerdo la época en que culminé mis estudios de teología y deseaba empezar la obra de evangelista en las zonas de la costa y sierra del país. Le confesé al pastor de la iglesia local mi deseo, manifestándome él que si eso deseaba pasara al frente en la invitación que realizaba al culminar su sermón en el culto dominical. Tal fue mi sorpresa cuando al pasar me pidió que me quedara parado, luego subió al púlpito y me dijo que mirara a la congregación, y al voltear mi rostro para ver a la congregación mencionó mi deseo y solo escuché un gran ¡amén! El gran jurado, que legitimaba esta decisión, era la congregación y, por supuesto, cada miembro de la iglesia local pasó a felicitarme. 
Después de varios años tuve la oportunidad de profundizar los estudios del gran reformador Juan Calvino, quien mencionaba en un pasaje de su obra La Institución de la Religión Cristiana, a Cipriano, que exhortaba a las congregaciones locales que si un hermano era aceptado por la congregación para ser su pastor, éste se presentaba a todo el pueblo para su aprobación. Una vez que el pueblo lo aprobaba, se le ordenaba ungiendo su cabeza con aceite, y orando con los ancianos de la congregación se instituía como pastor de la grey. Esta actitud del pueblo, de consagración y legitimación, era parte de la institucionalidad de la iglesia local.


La democracia no solo se expresa en las votaciones que realizamos cada cuatro o cinco años al elegir alcaldes, presidentes regionales, congresistas o presidentes de la República. La democracia va más allá. Es una forma de vida, de pensamiento y de acción, pero la democracia que practicamos hoy es incipiente, sin sabor, sin alma, sin metas y con objetivos poco claros. Si vivimos en democracia como todos afirman, cómo explicar y entender la pobreza extrema en que viven nuestros compatriotas o cómo explicar la desnutrición de nuestros niños. El país económicamente crece tanto y las arcas del tesoro están llenándose cada día más, con un superávit constante en la balanza de pagos, sin embargo hay hambre, enfermedad y frío. 
No entiendo esta paradoja. Las arcas del tesoro están llenas y no hay políticas de Estado claras para mitigar estos flagelos. La distribución de la riqueza no forma parte del lenguaje cotidiano de los economistas y estadistas políticos. La transformación empieza por abrir un poco las arcas y dar agua al sediento y un poco de pan al que tiene hambre. Allí empieza la inclusión social y el cambio que todos esperamos.

A manera de conclusión
Los evangélicos hemos pasado de la presencia e incidencia a la construcción de un continente nuevo con valores cristianos y con actitudes de respeto y tolerancia hacia los demás. Los gobiernos de turno en América Latina nos piden hoy nuestra opinión y acción sobre los temas que atañen a la sociedad en general. Los temas generales sobre Educación con valores, Lucha contra la corrupción o Afirmación de la democracia son parte de la herencia y aportes de todos los evangélicos. Estamos en la esfera pública ahora cuando todas las instituciones demandan nuestra opinión, opción y compromiso; estar en la esfera pública es manifestar nuestra identidad y cultura evangélica. 
La transformación social es algo que está inmerso en los pensadores bíblicos. En el Nuevo Testamento Pablo lo usa con mucho énfasis, y aunque coloca tres formas para explicar lo que se entiende por transformación, dos de ellas se resumen en lo siguiente. Utilizaba las palabras metascematizo y metamorfóo; la primera la usaba como disfraz y la menciona tres veces (II Corintios 11:13-15) , para él metascematizo era solo para engañar a los demás, y la usa para referirse al poder del demonio sobre el mal; mientras que la segunda palabra, metamorfóo, la utiliza para explicar un cambio total (Romanos 12:2 y II Corintios 3:18) y siempre un cambio hacia la verdad, lo sublime y lo divino.



La transformación social es un cambio en todos los sentidos, en todas las áreas, en todos los campos. Si vivimos en democracia, para esta gran transformación estamos llamados a manifestar y compartir la democracia integral, que no es otra cosa que la concatenación de la democracia política, la democracia económica y la democracia social. Cuando estas se dan de manera simultánea y entretejiéndose unas a otras, podemos afirmar que vivimos una democracia que nos lleva a la transformación social.

Artículo publicado con autorización del autor (https://www.facebook.com/tomas.gutierrezsanchez.9?fref=nf).
Tomás Gutiérrez Sánchez
Historiador y pastor bautista. Actual Secretario Técnico del Congreso de la República.

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