«Dios de las aves, Dios del gran pez, de las
estrellas, Dios...» reza un himno evangélico. ¡Qué descripciones más extrañas!
Dios de los seres humanos, sí, pero, ¿Dios de las aves, los peces y las
estrellas?.
Por demasiado tiempo nos hemos encerrado en
una teología y una ética humanocéntricas, pero los grandes problemas
ambientales, como el calentamiento planetario y la progresiva extinción de
especies -realidades que afectan no solamente «la naturaleza», sino también el
bienestar de los seres humanos- demandan un cambio de paradigma, hacia una ética
del cuidado del planeta: una ética que provoque un cambio en nuestra
relación con la naturaleza. Una ética que también contemple a las aves, los
peces y las estrellas. Será una nueva ética.