El Rev. Juan Wesley inicia el Gran Movimiento de Renovación
Espiritual del siglo XVIII, en Inglaterra, que luego se extendió por todo el
mundo, dando lugar a la fundación de la Iglesia Metodista. Desde sus inicios el
metodismo se caracterizó por su perseverancia en la predicación de la Palabra
de Dios a toda persona, y su alto espíritu de solidaridad con los más pobres de
la sociedad, a través del servicio, como una manera de hacer realidad el gran
amor de Dios por medio de las acciones de ayuda social, entre ellas, la
educación.
En ese contexto Wesley fundó el 24 de junio de 1748, en
Kingswood, Inglaterra, una escuela para la instrucción elemental de los niños.
En sus inicios contaba con sesenta niños que en su mayor parte eran pobres.
Tenían un régimen de vida muy disciplinado, donde el domingo era el único día
asueto para ellos. Asistían diariamente a la escuela a partir de las cinco de
la mañana.
Este acontecimiento marcó el inicio de la obra educativa de la
Iglesia Metodista en el mundo, como un medio eficaz de enseñar la Palabra de
Dios e impartir el conocimiento, para la formación integral del alumno y que
este sea un instrumento de amor y servicio en su sociedad. Procurando que la
excelencia sea su distintivo. En este sentido, Wesley pasó de una educación de
contenidos a una educación integral, que abarca toda la vida, tanto lo
espiritual como lo intelectual.
La obra social y educativa son parte de la misión de la Iglesia,
que expresan el amor de Dios (Mateo 22: 37-39). La acción social tiene como
propósito concientizar al ser humano de que su responsabilidad es participar en
la construcción del reino de Dios, promoviendo la vida en condiciones más
humanas.
Para lograr este propósito, la Iglesia promueve la participación
de los cristianos en la solución de las necesidades personales, sociales,
económicas, de trabajo, salud, escolares u otras fundamentales para la dignidad
humana. Propugna el cambio estructural de la sociedad para que permita la
integración social de los individuos y de las poblaciones pobres. Ya hemos visto
anteriormente la dedicación y preocupación de Wesley por este aspecto. Este
ejemplo es actualmente seguido por muchos metodistas en todas partes del mundo.
La labor educativa es un énfasis que Juan Wesley dio lugar en su
reflexión y quehacer teológico. A él le interesó que sus seguidores fuesen más
educados y sus predicadores más eficientes. Para lograr este objetivo publicó
libros, panfletos y revistas. Fundó escuelas especialmente para niños pobres,
entre las más famosas está la escuela de Kingswood (1748), en una aldea minera
cerca de Bristol, Inglaterra. Otro aspecto a destacar en Wesley es su opción
por una educación para todos, incluyendo a los pobres, en vez de una educación
elitista.
Para Wesley, los maestros deben tener la convicción de que han
sido llamados a formar las mentes tiernas de los niños y la juventud, a disipar
las tinieblas de la ignorancia y del error, y a enseñarles a ser sabios para la
salvación. Para lograr tal fin es necesario estar consagrados a Dios y estar
llenos de amor y de celo para cumplir la tarea con sus alumnos. De ahí la
importancia de que el maestro sea un apóstol de la educación y no un mero
instructor. Es por eso que podemos afirmar con mucha certeza de que Wesley pasó
de una educación secular a una educación con principios y valores cristianos.
Una advertencia que Wesley hacía a los padres y maestros era la
de no castigar a los niños. Basta con instruir, convencer, y aconsejar. El
convencimiento era una prioridad antes que el castigo. Este aspecto es un gran
aporte de Wesley para la educación actual, ya que cambió el método de una
educación basada en el temor por una educación en libertad, respeto y amor.
Otro aspecto al que Wesley dedicó mucho tiempo, fue el apoyar
las escuelas dominicales como un medio para revivir la religión a través de la
nación. En este espacio educativo popular, en sus orígenes, se enseñaba a leer
a los niños y otras disciplinas seculares del saber humano, y también la
Palabra de Dios. Con el fin de que llevaran una vida cristiana de calidad. Otra
vez, la excelencia como distintivo. Una educación para la excelencia incluye a
los alumnos, a los maestros y los padres también.
Hoy en día los metodistas en todo el mundo han establecido
instituciones educacionales en varias partes del mundo, desde kindergarten,
escuelas primarias y secundarias, hasta universidades y seminarios teológicos,
con el único propósito de cultivar la mente y el espíritu (Romanos 12:1-2).
En base a este propósito, muchos de nuestros centros y programas
educativos tienen como fines y objetivos:
a) Fomentar la educación en los sectores menos privilegiados.
b) Formar un sujeto consciente, crítico y creador de su historia.
c) Hacer consciente al educando que la vida hoy se entiende más
como comunidad y no tanto desde un punto de vista individualista. Por lo que el
hombre queda definido principalmente por la responsabilidad ante Dios, su
prójimo y la historia.
d) Que busque una relación con otras personas, individual y
colectivamente de tal forma que el amor, la justicia y el perdón de Dios sean
una vivencia palpable para el educando.
e) Proporcionar una educación para el trabajo no explotable,
sino el ejercicio solidario de la autorealización de la persona, en la
producción de bienes y servicios sociales para el bien común.
f) Orientar la educación hacia la liberación y afirmación del
ser nacional en la diversidad, canalizando los esfuerzos de toda una cultura
original y fecunda, hacia una sociedad justa y de plena participación.
g) Desarrollar una pedagogía que contribuya a enriquecer su
entendimiento en la fe cristiana y extender su conocimiento del mundo en que
vive.
Finalmente, en el presente siglo de gigantesco progreso científico
y tecnológico, la Iglesia Metodista reafirma un anhelo de Wesley: unir la
ciencia y la espiritualidad, hace tanto tiempo separadas. Asimismo, enfatizar
en los tres componentes constitutivos del acercamiento educacional de Wesley:
formación (las personas son moldeadas en su carácter cristiano y transformadas
por su nueva identidad), discernimiento (el discernimiento no tan solo
distingue entre opciones sino también abraza una apreciación imaginativa de las
posibilidades disponibles para vivir fielmente.
En este sentido, el discernimiento incluye componentes críticos
y creativos) y transformación (como un enfoque educacional, el propósito de la
transformación existe para sanar y liberar personas, comunidades, la sociedad y
en última instancia toda la creación).
Como herederos de esta herencia wesleyana, las instituciones
educativas metodistas, están compenetradas en el cumplimiento del rol que les
ha tocado realizar: educar a niños y niñas con principios y valores cristianos,
procurando una educación para la vida.
Por: Rev. Lic. Jorge Bravo C.
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