16 de septiembre de 2014

El aporte de Juan Wesley a la educación



El Rev. Juan Wesley inicia el Gran Movimiento de Renovación Espiritual del siglo XVIII, en Inglaterra, que luego se extendió por todo el mundo, dando lugar a la fundación de la Iglesia Metodista. Desde sus inicios el metodismo se caracterizó por su perseverancia en la predicación de la Palabra de Dios a toda persona, y su alto espíritu de solidaridad con los más pobres de la sociedad, a través del servicio, como una manera de hacer realidad el gran amor de Dios por medio de las acciones de ayuda social, entre ellas, la educación.

En ese contexto Wesley fundó el 24 de junio de 1748, en Kingswood, Inglaterra, una escuela para la instrucción elemental de los niños. En sus inicios contaba con sesenta niños que en su mayor parte eran pobres. Tenían un régimen de vida muy disciplinado, donde el domingo era el único dí­a asueto para ellos. Asistí­an diariamente a la escuela a partir de las cinco de la mañana.

Este acontecimiento marcó el inicio de la obra educativa de la Iglesia Metodista en el mundo, como un medio eficaz de enseñar la Palabra de Dios e impartir el conocimiento, para la formación integral del alumno y que este sea un instrumento de amor y servicio en su sociedad. Procurando que la excelencia sea su distintivo. En este sentido, Wesley pasó de una educación de contenidos a una educación integral, que abarca toda la vida, tanto lo espiritual como lo intelectual.

La obra social y educativa son parte de la misión de la Iglesia, que expresan el amor de Dios (Mateo 22: 37-39). La acción social tiene como propósito concientizar al ser humano de que su responsabilidad es participar en la construcción del reino de Dios, promoviendo la vida en condiciones más humanas.

Para lograr este propósito, la Iglesia promueve la participación de los cristianos en la solución de las necesidades personales, sociales, económicas, de trabajo, salud, escolares u otras fundamentales para la dignidad humana. Propugna el cambio estructural de la sociedad para que permita la integración social de los individuos y de las poblaciones pobres. Ya hemos visto anteriormente la dedicación y preocupación de Wesley por este aspecto. Este ejemplo es actualmente seguido por muchos metodistas en todas partes del mundo.

La labor educativa es un énfasis que Juan Wesley dio lugar en su reflexión y quehacer teológico. A él le interesó que sus seguidores fuesen más educados y sus predicadores más eficientes. Para lograr este objetivo publicó libros, panfletos y revistas. Fundó escuelas especialmente para niños pobres, entre las más famosas está la escuela de Kingswood (1748), en una aldea minera cerca de Bristol, Inglaterra. Otro aspecto a destacar en Wesley es su opción por una educación para todos, incluyendo a los pobres, en vez de una educación elitista.

Para Wesley, los maestros deben tener la convicción de que han sido llamados a formar las mentes tiernas de los niños y la juventud, a disipar las tinieblas de la ignorancia y del error, y a enseñarles a ser sabios para la salvación. Para lograr tal fin es necesario estar consagrados a Dios y estar llenos de amor y de celo para cumplir la tarea con sus alumnos. De ahí­ la importancia de que el maestro sea un apóstol de la educación y no un mero instructor. Es por eso que podemos afirmar con mucha certeza de que Wesley pasó de una educación secular a una educación con principios y valores cristianos.

Una advertencia que Wesley hací­a a los padres y maestros era la de no castigar a los niños. Basta con instruir, convencer, y aconsejar. El convencimiento era una prioridad antes que el castigo. Este aspecto es un gran aporte de Wesley para la educación actual, ya que cambió el método de una educación basada en el temor por una educación en libertad, respeto y amor.

Otro aspecto al que Wesley dedicó mucho tiempo, fue el apoyar las escuelas dominicales como un medio para revivir la religión a través de la nación. En este espacio educativo popular, en sus orí­genes, se enseñaba a leer a los niños y otras disciplinas seculares del saber humano, y también la Palabra de Dios. Con el fin de que llevaran una vida cristiana de calidad. Otra vez, la excelencia como distintivo. Una educación para la excelencia incluye a los alumnos, a los maestros y los padres también.

Hoy en dí­a los metodistas en todo el mundo han establecido instituciones educacionales en varias partes del mundo, desde kindergarten, escuelas primarias y secundarias, hasta universidades y seminarios teológicos, con el único propósito de cultivar la mente y el espí­ritu (Romanos 12:1-2).
En base a este propósito, muchos de nuestros centros y programas educativos tienen como fines y objetivos:

a) Fomentar la educación en los sectores menos privilegiados.

b) Formar un sujeto consciente, crí­tico y creador de su historia.

c) Hacer consciente al educando que la vida hoy se entiende más como comunidad y no tanto desde un punto de vista individualista. Por lo que el hombre queda definido principalmente por la responsabilidad ante Dios, su prójimo y la historia.

d) Que busque una relación con otras personas, individual y colectivamente de tal forma que el amor, la justicia y el perdón de Dios sean una vivencia palpable para el educando.

e) Proporcionar una educación para el trabajo no explotable, sino el ejercicio solidario de la autorealización de la persona, en la producción de bienes y servicios sociales para el bien común.

f) Orientar la educación hacia la liberación y afirmación del ser nacional en la diversidad, canalizando los esfuerzos de toda una cultura original y fecunda, hacia una sociedad justa y de plena participación.

g) Desarrollar una pedagogí­a que contribuya a enriquecer su entendimiento en la fe cristiana y extender su conocimiento del mundo en que vive.

Finalmente, en el presente siglo de gigantesco progreso cientí­fico y tecnológico, la Iglesia Metodista reafirma un anhelo de Wesley: unir la ciencia y la espiritualidad, hace tanto tiempo separadas. Asimismo, enfatizar en los tres componentes constitutivos del acercamiento educacional de Wesley: formación (las personas son moldeadas en su carácter cristiano y transformadas por su nueva identidad), discernimiento  (el discernimiento no tan solo distingue entre opciones sino también abraza una apreciación imaginativa de las posibilidades disponibles para vivir fielmente.
En este sentido, el discernimiento incluye componentes crí­ticos y creativos) y transformación (como un enfoque educacional, el propósito de la transformación existe para sanar y liberar personas, comunidades, la sociedad y en última instancia toda la creación).

Como herederos de esta herencia wesleyana, las instituciones educativas metodistas, están compenetradas en el cumplimiento del rol que les ha tocado realizar: educar a niños y niñas con principios y valores cristianos, procurando una educación para la vida. 

Este texto ha sido tomado de http://www.viviendocondios.com
Por: Rev. Lic. Jorge Bravo C. 

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