
Por demasiado tiempo nos hemos encerrado en
una teología y una ética humanocéntricas, pero los grandes problemas
ambientales, como el calentamiento planetario y la progresiva extinción de
especies -realidades que afectan no solamente «la naturaleza», sino también el
bienestar de los seres humanos- demandan un cambio de paradigma, hacia una ética
del cuidado del planeta: una ética que provoque un cambio en nuestra
relación con la naturaleza. Una ética que también contemple a las aves, los
peces y las estrellas. Será una nueva ética.